martes, 11 de noviembre de 2014

Revisión

Hoy el hospital estaba extrañamente vacío, no había casi nadie, excepto en la consulta de neurología. Allí había más de 10 personas, cada una con su historia a rastras. Es curioso, pero las salas de espera suelen convertirse en divanes improvisados, en desahogo, porque hablar o escuchar mientras esperas tu turno, te proporciona incluso más que la propia consulta... Porque no estamos solos, porque somos muchos los que viajamos en el mismo tren y necesitamos de alguna manera contagiarnos de la mismas ganas de seguir...

La consulta ha sido lo de menos; la enfermedad parece haberse tomado unas vacaciones y la medicación va bien, con sus efectillos secundarios pero dentro de la normalidad.

1 comentario:

  1. Tienes toda la razón en lo que las salas de espera terminan siendo divanes improvisados, y me parece tan triste eso.
    Me parece que aprovechamos para contar nuestras penas al de al lado porque sabemos lo poco que las va a escuchar el médico al que esperamos.
    Un abrazo niña, Cleo

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