Me conozco tan bien que sé que, sobre las 2 am, un fuerte dolor de estómago hará que me despierte. Lucharé contra él con todas mis fuerzas, aunque de sobra sé que va a ganar... Tras muchas vueltas y sin encontrar una postura que minimice el sufrimiento, me resignaré a no dormir.
A las 4 am miraré de nuevo el reloj y, ahora sí, me rendiré. Comprobaré que nadie escucha, atravesaré el pasillo, vaciaré todo lo que llevo dentro y volveré a la cama sintiéndome un poco más culpable por no ser capaz de contar lo que siento... y es que, de tanto tragarnos las cosas, se nos indigesta el alma.