miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mientes...


Sé que no es muy ético pero, en ese momento, hubiera deseado que, durante sólo un día, nos intercambiáramos los papeles... Y no, no es que quiera cambiar mi vida, y menos, por la de alguien que juzga como tú.

Sólo quería que supieras lo que supone levantarte casi por inercia, sin haber pegado ojo durante la noche pese al lorazepam. Que lo primero que vieras al encender la luz fuera el autoinyector de un medicina que te has de inyectar de por vida y que ni siquiera te va a curar. Que sintieras las molestias, los bultos, el dolor del copaxone... y eso sólo para empezar.

Que al poner los pies en tierra, te des cuenta de que no puedes, de que no eres capaz; de que te tiembla todo, de que no tienes ganas de nada. Vestirte, ducharte y a duras penas llegar a clase. Porque, eso sí, yo nunca he querido abadonar mi formación. Estar seis horas en clases, aguantando, disimulando, como puedes.  Volver de clase y subir a un segundo (aunque para ti es más duro que el mítico Alpe d'huez), comer e intentar estudiar... pero misión fallida, sentirte fracasada. Ducharte y pincharte de nuevo el medicamento... Para que al día siguiente alguien como tú, te diga que no estudias porque no te da la gana.

Y esto es un día de los buenos. Los malos, por mucho que me fastidien tus comentarios, no me atrevo ni a describírtelos.


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