viernes, 23 de enero de 2015

Manías

Ya comenté en uno de mis primeros posts que prefería tener que pasar otra vez por una punción lumbar antes que enfrentarme a una nueva resonancia, y no, no era por claustrofobia, sino por esos ruidos...

Pues con Avonex me pasa algo parecido, odio el sonido del autoinyector. No lo soporto. Es ponerme el autoinyector sobre el muslo y comienzan las dudas, los amagos de apretar, la lucha entre oir o no ese maldito ruido.  No sé, serán manías mías, fijo que vosotros también tenéis las vuestras.

He intentado camuflarlo pinchándome mientras escucho música con auriculares, pero tampoco funciona... No soy capaz porque, para mí, la inyección es un momento como sagrado, requiere toda mi atención. Es todo un ritual, íntimo y personal que requiere un silencio sepulcral que pueda ser roto porque creo que, en el fondo, necesito oir ese sonido.


2 comentarios:

  1. Me resulta muy curioso leer esa descripción de la inyección, porque llevo 4 años pinchándome y para mi sigue siendo algo así, un ritual íntimo.
    Pero el ruido no me molesta; el del inyector antiguo si, muchísimo, pero el de la pluma es como un premio, 10 segundos y hasta la semana que viene!.
    ¡Quejica! ;) Espero que termines acostumbrandote al ruidito porque ya es desagradable todo el proceso de por si.
    Un abrazo, Cleo

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  2. ¿Quejica yo? Bueno sí, mucho jaja. Menos mal que yo solo conozco la pluma, con el anterior creo que no hubiera sido capaz de pincharme.

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